Kylian Mbappé, el que para muchos es el jugador llamado a marcar la siguiente época en el fútbol, ha decidido no marcharse del PSG. Atrás han quedado los rumores, las predicciones y los análisis, relacionados a si, finalmente, el Real Madrid se podría hacer con los servicios del jugador. Mucho más lejos aún, cual si de un papiro se tratara, pasará al olvido el tristemente célebre cómic donde el francés mostraba sus sueños de niño asociados al club merengue.
Eso sí, la responsabilidad será total y absoluta por parte del jugador. Nadie podrá decir que el club de Chamartín no lo intentó. Los 200 millones ofertados un año atrás, al club dueño de sus derechos, están ahí, en las rotativas de todo el mundo. Una cantidad enorme, considerando los tiempos de pandemia y su nefasta influencia en las economías mundiales. Mucho más atrás, en 2017, están también los 180 ofrecidos al Mónaco y que igualaban la oferta de París. Y ni que hablar del sueldo y el tema de los derechos de imagen ofertados ahora.
En aquel entonces, se dijo que prefirió permanecer en Francia, para no entorpecer su desarrollo. Una afirmación que no carecía de lógica alguna. La BBC estaba en todo su esplendor y, no en vano, los trofeos se sucedían uno tras otro, especialmente en Europa. En teoría, el joven delantero y su entorno consideraron que era pronto para una operación de tal naturaleza, y decidieron desarrollar su fútbol en la liga francesa. El asunto es que, a tenor de lo visto en esta tercera intentona, ya nadie podrá decir que las razones eran estrictamente deportivas. Aquello que tanto se pregonó, con respecto a que lo que privaba en la decisión eran sus sueños de niño, el proyecto deportivo y que el dios dinero no tenía nada que ver, saltaron al unísono por los aires.
Al final, no es un pecado que en una decisión prive lo económico. Cada quien tiene sus necesidades que cubrir y, por extraño que parezca, lo que alcanza para algunos es insuficiente para otros. Hasta aquí todo bien. El asunto ha sido el eterno culebrón y la poca consideración a las aficiones de ambos clubes. El show estuvo por encima de cualquier sentimiento, porque a fin de cuentas ¿alguien dudaba del poderío económico catarí frente al de los socios del Madrid?
Ahora bien, el mundo da muchas vueltas y los escenarios cambian. La política no es un tema exclusivo de gobiernos, sino que se utiliza en todos los ámbitos de la vida. Pero, por un momento, vamos a poner todo esto a un lado y centrémonos en otra cosa.
Si algo caracteriza, y ha caracterizado al Real Madrid, es que el club siempre está por encima de los jugadores. Y este es un axioma que Kylian y su entorno no demostraron tener claro en el proceso de negociación. Esto constituye un asunto que no deja de extrañar, pues la historia está para leerla y aprender de ella. Allí están Di Stéfano y Cristiano Ronaldo, solo por nombrar a dos. Y si de memoria corta se trata, aunque no con el mismo nivel histórico, está el caso más reciente de Sergio Ramos. Algo, por lo que de antemano, le ofrezco mis disculpas y respeto a todo aquel que piense que la décima se equipara con los primeros.
Lo que les quiero decir con lo anterior, es que el nivel de hartazgo en el madridismo es más que considerable con todo lo ocurrido. Se puede disentir en decisiones de la directiva y eso puede dividir a la afición, pero en este caso, cuando alguien pretende estar por encima del club… mal camino escogió. En lo particular, y sin desmerecer el cambio que pueda haber por otras razones, creo que el tren de Mbappé en el Madrid se marchó. No solo lo creo yo, sino que es algo que percibo en muchos aficionados.
El propio jugador, y nadie más que él, se encargó de perderlo. No me hablen de presiones, de presidentes, o de entornos. La decisión era tuya, Kylian, y si el tren se fue de largo, nadie más que tú eres el responsable de ello. Que esas presiones existieran, está fuera de duda, pero tu tenías la ‘sartén por el mango’ y el apoyo de la opinión pública. Un apoyo, no solo circunscrito a Francia o España. Y si el dios dinero y las presiones te pudieron, no hay más preguntas señoría: podías tener la calidad, pero no la casta para triunfar en el Real Madrid.
La nueva era, bajo la naciente cubierta del nuevo estadio ya no llevará tu nombre. Amanecerá y veremos, pero sí creo que, de haber una próxima temporada en este culebrón, los niveles de audiencia que pudieran pretender los protagonistas no serán los mismos. A fin de cuentas, la estrella es una sola y se llama Real Madrid. La rueda continúa y que nadie dude que el proyecto deportivo del club seguirá adelante, con veteranos y noveles. Con respecto a la previsión económica de la entidad, ahora podrá destinarse a dos o tres nombres que, seguramente, seguirán escribiendo páginas doradas. ¿Acaso el lector no está familiarizado con aquél nefasto titular de los 40 millones para tapar vergüenzas? Y tan mal no resultó ¿no es cierto?