Por increíble que pueda parecer, es así. Eduardo Camavinga, el versátil centrocampista que puede jugar como pivote, interior, incluso como lateral, si las circunstancias lo ameritan, no pensaba dedicarse al fútbol. Su sueño era formar parte de otro deporte, el judo.
Para fortuna de los aficionados del Real Madrid, que le han acogido con cariño desde el primer día, los deseos de Camavinga no se cumplieron. La responsable fue, nada más y nada menos, que su madre. Así lo dio a conocer el francoangoleño, en unas declaraciones ofrecidas al diario The Guardian.
El centrocampista del Real Madrid afirmó: “En mis inicios prefería hacer judo. Mi hermano practicaba judo y quería seguir sus pasos. Me gustaba también luchar”. Asimismo, apuntó a su madre, Sofía, como la responsable del cambio en su decisión. Al respecto, Camavinga señaló: “Mi madre no quería que hiciera judo. Quería que jugara al fútbol. Empecé joven, pero al principio no quería. ¿Cómo se dice? ¿El destino? Es gracias a mi madre y a una mujer en la escuela llamada Fátima. Hubo una competencia contra otra escuela e hice una ruleta y mi equipo ganó la competencia. Fátima habló con mi mamá y le dijo: ‘Tienes que meterlo en el fútbol, puede jugar’. A la semana siguiente, me tenía en el equipo”.
Pues, sí, tal vez haya sido el destino, aunque no hay que negar el “ojo clínico” de la madre de Camavinga. De no ser por ella, no hubiésemos podido disfrutar de su hijo, jugando con el Real Madrid, por los distintos campos del mundo. Aunque, de seguro, también habría sido un estupendo exponente del judo, pero mejor no aventurarse demasiado. De todas formas, si de consuelo se trata, el color de su vestimenta actual, en el Santiago Bernabéu, es el mismo que hubiese utilizado en el tatami.
Para finalizar, una cosa más. Los padres de Camavinga han continuado teniendo un rol importante en sus decisiones. De hecho, aseguró: “Mi padre no está lejos. No voy a comprar demasiadas cosas, me va a matar”. Así que, está más que claro, quienes son los responsables de mantener la cordura de este habilidoso jugador de, apenas, 20 años. Bien por ellos y bien por él, que tiene gente cercana en la que puede confiar a plenitud.