El RC Celta de Vigo lleva unos años viviendo en el alambre. Muchos cambios en poco tiempo evitan que el conjunto celeste pueda establecer un proyecto con el que asentarse y crecer. Sin embargo, en las últimas jornadas parece que el equipo empieza a reconocerse y a ganar confianza. Tras obtener siete puntos de los últimos nueve -incluido un empate en el Santiago Bernabéu-, el Celta de Oscar García coge aire para alejarse de la zona de descenso.
Las dos últimas temporadas del Celta están siendo para olvidar. Tras lograr la salvación en las últimas jornadas del curso anterior, el conjunto vigués se reforzó en el mercado de verano para formar una plantilla competitiva y luchar por entrar en Europa. El Celta se reforzó con jugadores con pasado vigués -Denis, Rafinha, Pape Cheikh o Santi Mina- para darle sentido a un equipo en el que Iago Aspas se erigía como héroe en cada uno de los partidos. Los fichajes ilusionaban a la afición y parecía que los resultados de la temporada anterior no se repetirían. Nada más lejos de la realidad, el Celta de Vigo se vio inmerso rápidamente en la misma dinámica tras un buen inicio. Fran Escribá no daba con la tecla y fue destituido tras perder 0-1 con el Getafe, dejando al equipo en puestos de descenso al obtener ocho puntos en doce jornadas.
Óscar García Junyent llegó al banquillo celeste y, tras perder en su debut en el Camp Nou, se llevó los tres puntos del Estadio de La Cerámica. Parecía que la propuesta del técnico catalán casaba más con el tipo de futbolistas que formaban la plantilla del Celta, con un modelo basado en el juego asociativo y en tener la posesión. Pero el efecto Óscar se diluyó rápidamente y el Celta estuvo ocho jornadas sin conocer la victoria. Varios empates como local y derrotas injustas como visitante hundían al conjunto vigués en la clasificación y lo alejaban cada vez más del objetivo marcado a inicio de temporada. Asimismo, los problemas defensivos condenaban al Celta partido tras partido, con numerosos errores individuales que penalizaban al equipo de forma constante.
El conjunto celeste se encontraba en una crisis de confianza. Jugadores de la talla de Rafinha, Brais o Aspas no están acostumbrados a vivir situaciones de este calibre. El equipo necesitaba una victoria para coger fuerzas, un estímulo que motivara a unos jugadores hundidos. Un gol, una jugada, algo que reactivara al equipo. Y la victoria llegó de la forma más agónica. Pione Sisto, recuperado por Óscar tras vivir en el ostracismo con Escribá, cruzó el balón con potencia para darle los tres puntos a su equipo en el tiempo de descuento ante el Sevilla. Y un solo gol devolvió la confianza a los de Óscar. En el siguiente partido en el Bernabéu sacó un empate gracias a un tanto de Santi Mina tras recibir un pase magistral de Denis Suárez. Además, las llegadas de Smolov y Jeison Murillo en el mercado de invierno han reforzado al equipo. El delantero ruso llegó para paliar la falta de gol, mientras que el central vino para apuntalar el eje de la zaga. Ambos están cumpliendo a la perfección, y el Celta lo está notando. Rafinha está dejando grandes encuentros, con destellos de calidad, y Aspas ha vuelto a ser la referencia celtista.
El Celta necesita establecer un proyecto cuanto antes. Tras la marcha de Berizzo en 2017, y dejar a un equipo que se quedó a las puertas de disputar una final europea, el banquillo celeste se ha convertido en una trituradora de entrenadores. En dos temporadas y media ha habido cinco técnicos distintos: Juan Carlos Unzué, el Turco Mohamed, Miguel Cardoso, Fran Escribá y Óscar García. Este último tiene la oportunidad de acabar con esta inestabilidad y establecer un proyecto que devuelva al Celta donde se merece.