Eduardo Camavinga, una historia de coraje y superación

Eduardo Camavinga, flamante fichaje del Real Madrid, tuvo en sus primeros años de vida una infancia muy dura. Nació el diez de noviembre de 2002 en un campo de refugiados de Miconje, ubicado en la provincia angoleña de Cabinda. Él y su familia huyeron de la guerra civil que estaba ocurriendo en su país y llegaron a Francia, donde encontraron asilo. Tras una breve etapa en Lille, la familia Camavinga se mudó en 2003 a Fougeres, un municipio de 20.000 habitantes ubicado a 50 kilómetros al noreste de Rennes.

Eduardo pertenece a una familia numerosa, donde él es el tercero de seis hermanos. Su madre le apuntó a judo, pero al niño lo que le gustaba realmente era el fútbol. Se pasaba todo el día en casa con un balón dando pelotazos. Es por ello que Celestino, su padre, lo llevó a jugar al Drapeau Fougeres. Para Camavinga, su inscripción en el modesto equipo de Fougeres fue toda una sorpresa, tal y como él revela: «No sabía nada. Mi madre me llevó el mismo día que me inscribió. Recuerdo que cogí el balón y me puse a regatear a todo el mundo hasta que tiré el balón por encima de la valla».

Comenzó en el equipo a los siete años y pronto le subieron de categoría, donde jugaba con niños mayores que él. Lo estaba haciendo tan bien que el Stade Rennais le invitó a disputar un torneo de verano. Julien Stéphan, quien fuera entrenador suyo posteriormente en el primer equipo, le echó el ojo a un Camavinga que ya despuntaba. Poco después comenzó a jugar en los equipos inferiores del conjunto «Rouge et Noir».

En 2013 un incendio le marcaría de por vida a él y a su familia. Su casa ardió completamente, perdiendo todos los papeles en plena tramitación para que la familia consiguiera la nacionalidad francesa. El Drapeau Rouges organizó una cadena solidaria para que la familia Camavinga pudiera subsistir, cubriéndoles las necesidades básicas. Así recuerda el actual jugador del Madrid aquella casa que terminó en llamas: «Llevábamos menos de un año en esa casa que mis padres se habían construido con su esfuerzo. Y me acuerdo como si fuese ayer el incendio. Estaba en el colegio y por la ventana veía a los bomberos pasar. Al final de clase los profesores se acercaron a mí a mi hermana pequeña y nos lo contaron. Nos vino a buscar mi padre y nos llevó hasta allí, estaba todo destruido, todo quemado.»

El fútbol supuso un alivio para el pequeño Camavinga después de la tragedia: «»El día después del incendio, tenía que ir a entrenar y el fútbol me ayudó a relajarme. Fue una vía de escape». Fue entonces cuando Celestino, el padre, le dejó claro a su hijo Eduardo que se convertiría en un gran futbolista y que levantaría la casa ya que era la gran esperanza de la familia. Camavinga contó esta conversación con su padre en Ouest France.

Ahora, Camavinga es uno de los futbolistas más prometedores del fútbol mundial. A sus 18 años, ha cumplido su sueño de ser jugador del Real Madrid, como también se han cumplido las palabras que le dijo su padre en aquel momento tan complicado. Sus padres y todos sus hermanos viven sin complicaciones y en paz después de varias desgracias a lo largo de la vida. Finalmente, el fútbol ha hecho justicia y le ha devuelto la sonrisa a la familia Camavinga.

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