El fútbol es ante todo emoción, disfrutamos con él y con esos jugadores que demuestran algo diferente sobre el verde. Los deportes evolucionan al son de la sociedad que les rodea, y es por ello que día a día se pierden esencias que simplemente sufren una alteración de condiciones.
Fútbol equivale a diversión. Desde unos inicios, a una tempranera edad, quienes comienzan a practicarlo no piensan más que en el buen rato que están pasando con sus colegas. Esa es la semilla que sembró los orígenes del que podemos denominar como «deporte rey».
Los cambios resultan significativos, señalando y remarcando esa fase inicial en la que la enseñanza de este deporte se ha «profesionalizado» a unos límites que a veces sobrepasan lo meramente ético. Desde pequeños, las academias deportivas tratan de crear a unos niños basados en unos parámetros tácticos actualizados con lo que requiere el fútbol del presente.
Hablamos de Vinicius Jr., nacido en una de las cunas del fútbol como es Brasil. Pero no es el único, conservamos a Neymar, Jadon Sancho y pocos más de una lista corta de quienes podemos denominar como «regateadores». Un tipo de futbolista que va al campo a divertirse, a derrochar alegría al compás de la samba cual Ronaldinho en aquellos viejos tiempos. Un tipo de jugador, de los que cada vez hay menos y que por el cambio de era, se halla en peligro de extinción.
La evolución es así, y el proceso de selección natural hace que los jugadores de la próxima generación sean más aplicados tácticamente, amoldándose a lo que se les pide. Atrás quedan, esos jugadores que una y otra vez te levantaban de la silla con sus regates imposibles, aquellos que otorgaban el toque mágico a los partidos de fútbol.