Opinión| Blanquivioletas, es el momento de rezar nuestras oraciones

En la tarde este jueves 13 de mayo, el día del patrón de Valladolid, el equipo pucelano cayó derrotado, una vez más en esta campaña, ante el Villarreal de Unai Emery en el José Zorrilla. No fue el mejor partido para los vallisoletanos. Tras un espectacular y emotivo recibimiento de la afición a las afueras del estadio, el equipo no estuvo a la altura y dejó escapar gran parte de sus posibilidades de permanecer en Primera División esta temporada. La pregunta que muchos aficionados nos hicimos fue: Y ahora, ¿qué? ¿Cómo hemos llegado a esto?

Hacía tiempo que este redactor no veía una temporada tan mala, dolorosa y desesperante como la de este año. Habría que rememorar la 2013/2014, el año en el que el Pucela bajó a Segunda bajo las ordenes de Juan Ignacio Martínez. La falta de ambición, de garra y de confianza en que podíamos aspirar a algo más que a una simple permanencia son algunos de los factores que han provocado esta situación. Pero hay más, claro que sí.

Sergio González, ese entrenador que consiguió un ascenso casi imposible, que logró dos permanencias consecutivas con el presupuesto más bajo de Primera División, podría haber dejado un legado increíble si se hubiera marchado en el momento apropiado. Ahora, tristemente, será recordado como el entrenador que arrastró al equipo a la categoría de plata del fútbol español si se consuma finalmente el descenso. Dejar de contar con jugadores de tanta calidad como Toni Villa, Waldo, Kike Pérez, Jota, cambios constantes y, a veces, incomprensibles en el once titular ha sido también demasiado perjudicial. En el fondo, siento mucha lástima por él. Es un entrenador al que he defendido a capa y espada, al que debemos muchísimo, pero es insostenible su proyecto y ha sido incapaz de darse cuenta de que éste ya no servía, ya no funcionaba y estaba perjudicando al equipo. Un error imperdonable, que le perseguirá durante muchos años.

Ronaldo, Miguel Ángel Gómez, David Espinar…En fin, las oficinas. En lo económico, fetén, casi no se les puede poner un solo pero. En lo deportivo, insuficiente. La falta de toma de decisiones en momentos clave tiene mucho que ver con lo que le está sucediendo al Pucela. No se prescindió de jugadores que no estaban dando el nivel que deberían. No se prescindió de Sergio cuando se debía, por esas razones de corte sentimental de Ronaldo de mantener al técnico de turno pase lo que pase. Es muy bonito mantener a un entrenador toda una temporada, pero si la pelota no traspasa la línea, caes en el pozo, que es justo lo que ha sucedido.

Respecto a los jugadores, difícil resumirlo en un párrafo, pero evidentemente también tienen su parte de responsabilidad. Muchos nombres serían candidatos a aparecer en las siguientes líneas. Jugadores que no han dado la talla, como Guardiola, Alcaraz, Nacho, Masip…Veteranos en el equipo que han cuajado una temporada muy pobre a nivel individual. Las nuevas incorporaciones, como Weissman, Orellana, Olaza o Roque Mesa, han dado un buen rendimiento. Otros viejos nombres del equipo han dado todo cuanto han podido y más, como Óscar Plano, Kike Pérez o Toni Villa. Estos dos últimos cuando han gozado de minutos, pues Sergio ha contado bastante poco con ellos. Sin embargo, otras como Bruno han rendido por debajo de las expectativas. El equipo no ha parecido entenderse del todo bien a lo largo de la temporada, y así se ve en los resultados y en la clasificación. Pese a que haya una unidad del vestuario que es prácticamente incuestionable, no se refleja en el campo, que es donde más necesitamos esa unidad.

Este jueves el Valladolid padeció y fue sepultado, pero, ¿resucitará? Gran pregunta. Algunos aún somos optimistas, otros ya ven un mal final. Optimistas bien por pasión o bien porque no queremos aceptar un destino que parece inminente, otros ven ya cerca el fatal destino. El gran perjudicado de todo esto, a parte del propio equipo, es la afición. Una afición que lleva mucho sin poder estar con su equipo en casa, animándolo desde la distancia, confiando ciegamente en que la permanencia se iba a alcanzar. Una afición que ahora está desolada, triste, enfadada, decepcionada y demás adjetivos negativos y melancólicos. Una afición a la que solo le queda acogerse a la esperanza de un milagro o aceptar una realidad muy dolorosa que, de no haber un cambio radical, en una semana se encarnará en un descenso a la Segunda División española. Todo lo expresado en este artículo lo resumen, a la perfección, las lágrimas que este jueves vertía Kike Pérez en las gradas del José Zorrilla.

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