Se empieza a ver la luz al final del túnel en el mundo del fútbol. Javier Tebas, presidente de La Liga, confirmó con mucha cautela la posibilidad de comenzar a llenar poco a poco las gradas de espectadores a partir de enero. Una enorme noticia que se traduce en un pequeño atisbo de esperanza.
Poco después el Cardassar, rival del Atlético de Madrid en la primera ronda de Copa del Rey, ha anunciado que su partido contra los colchoneros permitirá la entrada de un aforo reducido.
Alrededor de 305 aficionados podrán ocupar los asientos de un estadio con capacidad para 600. El deseo del club es que el estadio parezca lo más lleno posible para que los jugadores locales puedan volver a sentir el aliento del seguidor.
La mitad de esas entradas van a ser vendidas a los equipos procedentes de las categorías inferiores del club, 100 plazas serán distribuidas entre los socios de la entidad que se elegirán mediante un sorteo y 50 irán para los medios de comunicación acreditados.
El precio se ha fijado en 20 euros, nada mal para ver a todo un Atlético de Madrid en un partido que promete mucha guerra y cuya fecha recae en el 16 de diciembre a las 19 horas.
Tenemos que retroceder nueve meses atrás, en concreto al ocho de marzo para recordar el último partido que se jugó con el calor de los aficionados. Fue en el Benito Villamarín, un Betis-Real Madrid que se disputó una semana previa a la declaración del estado de alarma en todo el país que detuvo por completo el mundo del fútbol durante tres meses.
En junio volvió la Liga a puerta cerrada con la esperanza de que en algún momento mejorase la situación y se permitiera nuevamente la entrada de aficionados a los estadios. Ese momento parece haber llegado y en poco más de dos semanas podremos volver a ver algo que se ha convertido en insólito, un graderío con espectadores.